Un mejor motivo que el Buen Samaritano
Hermanos y amigos, alabado sea el nombre de Cristo. Hoy, con corazones agradecidos, nos reunimos para glorificar a nuestro Señor Jesucristo, quien nos da el aire que respiramos y la vida que vivimos. En este día, Dios puso en mi corazón compartir Su Palabra en Lucas 10:25-37, la parábola del buen samaritano, pero con un enfoque especial: tenemos un mejor motivo para hacer el bien que aquel samaritano, porque conocemos el amor de Dios en Cristo. No es solo una historia; es una enseñanza viva para nosotros, los que llevamos a Cristo en el corazón. Vamos a sumergirnos en esta verdad bíblica con reverencia y fe.
Lucas 10:25-28: La Ley del Amor
La Palabra dice en Lucas 10:25-28: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo para tentarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Respondiendo él, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.
Aquí comienza todo, hermanos. Este intérprete de la ley quiso probar a Jesús, pero el Señor lo llevó directo a la verdad: amar a Dios y al prójimo es el fundamento de la vida eterna. No es algo nuevo; está en Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18. Pero Jesús no se queda en palabras; Él nos muestra cómo vivirlo. El amor no es solo un sentimiento, sino una acción, y eso nos lleva a la pregunta: ¿quién es mi prójimo? Ahí entra la parábola.
Lucas 10:29-35: El Samaritano y la Misericordia
Seguimos en Lucas 10:29-35: “Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones… Pasó un sacerdote… y un levita… Pero un samaritano… tuvo misericordia de él… y lo llevó a un mesón, y cuidó de él”.
Mire esto, hermanos. Un hombre herido, medio muerto, y pasan un sacerdote y un levita —hombres de la ley, de religión— y no hacen nada. Pero un samaritano, alguien despreciado por los judíos, se detiene. No pasó de largo; tuvo misericordia. Lo curó con aceite y vino, lo llevó al mesón y pagó por su cuidado. No sabemos si era un hombre perfecto, si su vida era intachable, pero hizo el bien. ¿Por qué? Porque Dios puso esa misericordia en su corazón, aunque él no conocía el evangelio como nosotros.
Lucas 10:36-37: Haz Tú lo Mismo
Jesús termina en Lucas 10:36-37: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.
Aquí está el mandato, hermanos: “Ve, y haz tú lo mismo”. El samaritano fue el prójimo porque mostró amor en acción. No era judío, no tenía la ley completa, pero actuó con bondad. Jesús no solo respondió la pregunta; nos dio un ejemplo para vivir. Y esto es para todos nosotros, no solo para los de aquel tiempo.
Un Mejor Motivo: El Amor de Cristo
Ahora, hermanos, viene lo que Dios puso en mi corazón: tenemos un mejor motivo que el samaritano. Él actuó por misericordia natural, sin relación con Cristo Jesús, pero nosotros conocemos el amor de Dios en Cristo. Filipenses 2:6-8 dice que Jesús, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
El samaritano no sabía esto en la parábola. No sabía que el Hijo de Dios bajaría del cielo, se humillaría y moriría por nosotros. Pero nosotros sí lo sabemos. Hace dos mil años, Cristo dio Su vida en la cruz del Calvario para salvarnos. Hebreos 4:14-16 nos dice que Él es nuestro Sumo Sacerdote, mayor que cualquier levita o sacerdote humano. Si Él, siendo tan grande, se humilló por amor, ¿qué excusa tenemos nosotros para no ayudar al prójimo?
El samaritano no tuvo ese ejemplo, y aun así ayudó. Nosotros, conociendo el amor de Dios, tenemos un mejor motivo. No es solo misericordia humana; es el amor de Cristo que vive en nosotros. Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si Cristo vive en nosotros, ¿cómo no vamos a movernos a misericordia?
Reflexión Práctica: Vivir el Amor
Hermanos, esto no es solo para escuchar; es para vivir. A veces vemos a alguien necesitado y decimos: “No tengo dinero” o “Tengo que ir al culto”. Pero ayudar no es solo dinero; es dar la mano, orar, atender. El samaritano usó lo que tenía —aceite, vino, su tiempo— y no dijo: “Señor, dame más para ayudar”. Si él lo hizo sin conocer a Cristo, ¿qué diremos nosotros?
No se trata de jactarnos o de ego. Es para la gloria de Dios. Mateo 5:16 dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Cuando ayudamos, mostramos que viene de lo alto, del reino de Dios, no de una organización terrenal. Es Cristo en nosotros, reflejando Su amor.
Conclusión: Seamos Buenos Cristianos
Hermanos, el samaritano nos deja una lección, pero Cristo nos da un motivo mayor. No tenemos excusa para pasar de largo ante el necesitado. Que no digamos: “Tenía que irme de viaje” o “Quería llegar temprano al culto”. Si vemos a alguien herido, medio muerto, y podemos ayudar, hagámoslo. El mundo no debe reírse de nosotros como cristianos que no se aman ni ayudan.
Oremos: Padre, gracias por Tu Palabra en Lucas 10. Gracias por el ejemplo del samaritano y, más aún, por el amor de Cristo en la cruz. Ayúdanos a ver las necesidades a nuestro alrededor, a dar de lo que tenemos para glorificar Tu nombre. No para nosotros, sino para Ti y por amor al prójimo. Cuida a mis hermanos y hermanas esta semana, y que vivamos como buenos cristianos, reflejando Tu luz. En el nombre de Jesús, amén.